viernes, 9 de octubre de 2009

HISTORIAS CONMOVEDORAS DEL ROCIO

Desde aqui os quiero invitar a compartir todas esas historias que hacen que El Rocío siga existiendo, nuestro día a día y los milagros que hace todos los días la Virgen del Rocío. Todo comenzó en Diciembre de no muchos años, era una tarde cualquiera de invierno, por estas fechas se aproximaba la navidad, todo debería de ser felicidad, amor y paz para la sociedad en general. Las casas se adornan con guirnaldas y el árbol y los cristianos nos identificamos con el Belén. Pero la familia de la que os voy a hablar no estaba de ninguna celebración. Rocío, la madre de la familia está ingresada en el hospital, hace poco le diagnosticaron leucemia en la sangre, el tumor está muy avanzado y le han dado pocos meses de vida. Antonio, padre y cabeza de familia, es el que peor lo está pasando, ve como día a día su mujer, la que es su compañera desde hace muchos años, su amor verdadero y la madre de sus hijos se va. No quiere ser negativo, no quiere que ni por un momento se le pase por la cabeza que Rocío se fuera para siempre. Antonio y sus tres hijos se unen para sobrellevar este duro golpe que le vida les ha dado. Está tarde operan a su esposa, tiene un bajo porcentaje de que se pueda extirpar el tumor, incluso que pueda salir con vida del quirófano. Esta era la única solución que había, o se operaba y asumía el riesgo o en pocos meses se iría a las marismas del cielo. Antonio, estaba nervioso, intranquilo, su mujer podría morir en esa sala y sería la peor noticia de su vida. Rocío, estaba sedada desde hacía dos días, no podía verla, ni hablar con ella, ni siquiera darla un beso; entonces decidió coger el coche y Salir del hospital, no tenía rumbo fijo pero necesitaba despejarse. Al rato empezó a llover, truenos y relámpagos se apoderaban del cielo de Sevilla. Antonio, hombre de fe, honrado y honesto, miró y agarró con todas sus fuerzas la medalla de la Virgen del Rocío. En ese momento como un rayo de luz invisible, una sensación extraña, le invitó a seguir la carretera en sentido Huelva. Sentía una corazonada de que debía ir a ver a su reina, que debía confesarse ante ella, que necesitaba agarrarse a la reja y llorar, contarle a la mejor de las madres está preocupación que le estaba quitando la vida. Eras como las 8 de la tarde, de un día de Diciembre. Había anochecido y Antonio llegaba a la Aldea del Rocío. La tormenta era cada vez más intensa, la lluvia caía sin cesar sobre ese santuario blanco, ese en el que decenas de veces se había emocionado junto a su mujer, detrás de su simpecao, con su gente, esos momentos inolvidables en La Candelaria con sus hijos cuando eran pequeños, cuando tuvo el placer de poder pasarlos por el manto de la Virgen. Con añoro recordaba los días de la romería pasada, cuando se metió en su costero el Lunes de Pentecostés. Hoy era diferente, llegaba para pedirle ayuda, recordaba cuando de niño siempre que tenía un problema iba a su madre llorando y todo se pasaba. Hoy desagraciadamente no podía acudir a su madre, ahora sus dos madres están en el cielo. Aparcó el coche en la misma puerta de la ermita, y con sigilo y sin paraguas llamo a la puerta del santuario, suponía que ya nadie le escucharía y que tendría que volver a Sevilla sin poder decirle a su madre lo que necesitaba decirle. Cuando ya había desistido y se dirigía de nuevo al coche, la puerta se abrió. El santero abrió y tras contarle lo ocurrido Antonio paso y se postro ante la reja de hierro. Lloró y se emocionó, de pronto llegó el santero y le invitó a poder llevar un trocito del manto de la Virgen a su esposa, fue impresionante lo que aquel hombre sintió, le dio gracias al santero y se fundió en un fuerte abrazo con él. Cuando Salió del santuario ya no llovía era rarísimo pero una luna llena, bella de ver se reflejaba en la marisma. Antonio no podía parar de llorar. Cogió el coche y de dirigió de nuevo a Sevilla. Al llegar el hospital como un milagro, Rocío estaba en planta. La operación había sido un éxito. Todo parecía como un dulce sueño, pero no, su mujer llevaba el trocito de manto de la virgen enganchado con un alfiler en el pijama del hospital. Tras meses después y una larga recuperación, Rocío ya estaba en casa y un día se despertaron y decidieron ir a verla, a darle gracias a la Virgen, era lo primero que quería hacer Antonio cuando su esposa se encontrara bien. Era un Domingo, concretamente del mes de Marzo, la aldea se convertía en la esperada primavera y el matrimonio rociero hasta la médula entro a la ermita de nuevo; la Virgen estaba sonriente como nunca la habían visto, y en sus rostros llorando se abrazaron ya no como un matrimonio sino como verdaderos hijos de Dios. VIVA LA VIRGEN DEL ROCIO !!! P.D. Es una historia real con algunos cambios escritos por mí.

rociero_de_madrid Miembro del Foro Rocio.com

(Gracias hermano ,aqui tienes tu blog para cuando quiera volver a participar en el.Un abrazo fuerte en el centro del pais que mas quiere a la Virgen del mundo...)

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